domingo, 24 de enero de 2010

El Perdon

“Equivocarse es humano, perdonar es divino”, decía el inglés Alexander Pope hace más de 400 años atrás.

Tal vez esta misma frase tan escuchada podría provocar distintos efectos en uno. Por un lado uno bueno de saber que somos humanos y que nos equivocamos por tener esa condición. De que perdonar al que se equivoco (incluso a nosotros mismos) nos acerca a lo divino. Y divino esta relacionado con los Dioses. Al perdonar estaríamos experimentando un sentimiento de divinidad.

Por otro lado pedir perdón en nuestra cultura occidental equivale a “haber fallado”, “hecho algo equivocado”, “haber lastimado”, a “no ser perfectos” y obviamente “a no ser divinos”.

Es ahí donde la palabra “Perdón” se convierte en sinónimo de debilidad, de distancia con lo “Divino”, lo “Perfecto”, y no es exactamente el mensaje que recibimos al nacer. Nuestros padres y la sociedad nos exigen, aunque no implícitamente en el mejor de los caso, a ser perfectos, divinos, ser hijos ejemplares. Todo lo que ellos no pudieron concretar para alcanzar dicha perfección pasa a ser algo casi obligatorio en los hijos. Es inevitable. “Les vamos transmitiendo nuestras frustraciones en la leche templada y en cada canción” (J.M. Serrat)

Con lo cual reconocer que hemos hecho algo que provoco nuestro dolor o el de otros, seria ver nuestra propia imperfección y el inevitable enojo de nuestros padres y de la sociedad. Nos sentiríamos frustrados y fracasados. La mejor solución para escapar a ese sentimiento de CULPA, es NO PEDIR PERDON. “Yo no me equivoco, yo soy bueno, yo no herí a nadie”.

Equivocarse, es una palabra que se la puede entender, pero que no deja lugar a la humildad que nos hace divinos. Nos llena de exigencias, y la mas difícil de superar es la del fracaso, otra palabra fea y cruel con uno mismo. La vida es un sin fin de experiencias en las que uno va transitándola siempre de la mejor manera. En ese transito uno elije siempre, y a veces elije una senda, camino, o paso que deja en uno y en otros sensaciones dolorosas e incomodas. No las considero errores, las considero experiencias de vida. Ni malas ni buenas, simplemente aprendizajes. Y si una de ellas provoca algún sentimiento de angustia, es ahí donde entraría el perdón. Si a mi no me importa ser perfecto, divino, especial, superior y tantos mensajes que leemos y escuchamos a diario, no tengo la exigencia de querer demostrar nada, y entonces pedirme, y pedir perdón, es algo cotidiano, algo que me recuerda que estoy creciendo y evolucionando.

Cuanto mas doloroso el sentimiento, mas cuesta perdonarse y perdonar, probablemente por la gran tristeza que acompaña ese sentimiento. Si no lo lloro, lo tapo con bronca, en el peor de los casos con odio, y ahí nuevamente el Perdón no tiene lugar. Aparece la venganza, el resentimiento, el “echar culpas”.

Yo he vivido situaciones de gran dolor como la mayoría de nosotros, y he descubierto que viendo a la vida como experiencias de aprendizaje de cada uno, me puedo perdonar. Lo que a uno le cuesta es “Olvidar”, pero el perdón aplaca el incendio, el recordar nos hace más selectivos, cuidadosos y sabios.

La culpa es una palabra que fortalece el sentimiento de error que es un gran motivo de rechazo en esta sociedad exitista. “Tu, el, nosotros, ellos, vosotros, tienen la culpa, yo nunca me equivoco”. Creo que no hay religión en la Tierra cuya primera lección que da a cualquier niño desde que el mismo aprende a hablar sea sobre la C U L P A. “Viste lo que paso, por tu culpa no pude terminar mi trabajo”, “Por nuestra culpa murieron grandes hombres y mujeres”, “Por nuestros pecados murió el hijo de Dios”, y seguramente muchas mas lecciones culposas.

Yo vivo solo (soy divorciado) desde que mi hijita tiene un año de edad, con lo cual cuando esta conmigo hago de papa y de mama durante las 24hs ya que no tengo pareja, ni nadie que pueda ayudarme a cuidarla en equipo. Hubo una noche en que yo debía levantarme temprano y mi hija no se podía dormir. En un momento me dio mucha bronca, casi odio de que ella no aceptara mi realidad de que necesitaba descansar. Fue ahí que recordé mis creencias de que el odio y la bronca tapan a la tristeza, y me pregunte porque estaba triste. La respuesta fue instantánea, era porque estaba solo. Yo elegía y elijo estar solo en estos momentos de mi vida. Entonces no existe culpa, ni por parte de mi hijita que no comprendía la situación, ni de mi parte por ser “un mal papa”. Lo que existía era la tristeza de estar solo, y mi obligación era no transferirle la responsabilidad de ello a mi niña y para eso debía hacerme cargo de mi elección. Entonces no me importo no dormir casi toda la noche ayudando a que se durmiera ya que eso que se gesto tenia que ver conmigo y no con ella. Mi bronca tapaba la tristeza de no tener nadie a mi lado ayudándome, y no porque mi hija me quitaba tiempo de descanso. Pude perdonarme y aceptar que mi decisión traía consigo consecuencias de las que me tenía que hacer cargo.

Me sirve siempre que estoy enojado tratar de encontrar, la tristeza. Me sirve cambiar la palabra “Culpa” o “Error” por “Hacerme cargo”. Y por sobre todas las cosas me sirve saber que la perfección es un concepto tan ilusorio con el de Dios ;0)

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