sábado, 29 de marzo de 2014

Decisiones

Uno de mis trabajos es la jardinería. Desde temprana edad me atrajo siempre la tierra y sus habitantes, sean del reino vegetal o animal. Germinaba semillas y luego observaba el proceso de crecimiento de la planta hasta que daban sus frutos. Una vez de niño, germine un maíz y lo plante en un apartado del jardín de mis padres. La planta creció pero dio sus choclos en verano que era la época en que nos íbamos de vacaciones y yo no le pude dar la atención necesaria con lo cual al regresar encontraba a la planta casi seca y sus choclos todos atrofiados. El mero hecho de saber que algo que yo había germinado había dado sus frutos me fascinaba y me dejaba pensando en que la vida de uno es muy parecida a la de una planta en el sentido de que dependiendo del cuidado, alimento y agua que recibamos como será nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestros frutos. Hasta podría filosofar con respecto a eso y afirmar que casi todo lo que hacemos depende del cuidado que le dedicamos. Y así como uno aprende a cuidar una planta puede también aprender a cuidar sus afectos. Todas las semanas debo cortar el césped para que este crezca con más fuerza y quede como una alfombra verde hermosa y esponjosa. Desde la primavera y todo el verano crecen unas flores hermosas de los tréboles que habitan entre el pasto. En la foto se pueden ver son muy lindas y pintorescas, podrían fácilmente haber sido inspiración de Monet.
Lamentablemente si quiero que el pasto quede parejo debo cortarlas. Acá viene la decisión: ¿Dejo que las flores sigan mostrándose hermosas sobre la grama verde, o las corto en pos de un césped parejo? El jurado siempre llega a la misma conclusión: “El pasto debe quedar bien corto.” La alternativa seria dejar esa zona sin cortar, pero estas son flores que aparecen en distintos lugares, sin un padrón, así que el césped quedaría estéticamente feo, pero con lindas flores. El famoso “sentido común” siempre queda del lado del césped. Algo parecido pasa con las babosas, los caracoles, las hormigas y los bichos topos. Para ellos yo soy un exterminador impiadoso, para las plantas su salvador. Decidir que es lo que uno, u otro necesita, a veces son decisiones difíciles de tomar. Y algunas veces en esas decisiones algo, o alguien sufre. Decidir sobre temas importantes es una de las tareas mas complicadas en mi vida. Para cada decisión armo en mi mente un jurado imaginario en donde de un lado esta la parte querellante, en el otro el o los acusados, y en el medio el juez, o mas complicado aun un jurado de muchas voces. Busco ensayar varias alternativas y trato de elegir la que menos daños colaterales ocasione. Me ha pasado en mi vida que he tenido que tomar decisiones muy difíciles, en algunas he quedado herido y en otras he dejado heridas emocionales en otros. Una vez escuche: “hay veces que hay que hacer un mal para evitar uno peor”. Esa frase que al escucharla por primera vez me dio escalofríos, me llevo a pensar en que situaciones se la justificaría. Encontré varias en mi propia vida y luego observe que en nuestra sociedad es algo bastante común. Tomar decisiones que dejan a unos felices y a otros tristes. Algunos ejemplos podrían ser la tala de árboles indiscriminada para construir edificaciones. O poluir los ríos con desechos de productos necesarios para el hombre de ciudad. En las relaciones humanas muchas veces se debe tomar distancia de personas muy queridas para darles el espacio y tiempo necesarios para que resuelvan cuestiones personales. Kahlil Gibran decia en un poema: "si amas algo déjalo libre, si vuelve es tuyo si no, nunca lo fue". Pero lo difícil, lo que nos quita el sueño es decidir, elegir. Que es lo correcto, que esta bien y que esta mal. Cito a Shakespeare ahora: “No existe nada bueno ni malo; es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así.”

No hay comentarios:

Publicar un comentario